Capítulo 2: PATHOS (en torno a la Pasión)
CÓRDOBA
Córdoba me inspiró versos callados
y todavía su recuerdo me conmueve.
Aire, agua, colores y palabras.
Allí
rinde tributo el río al amor de los pájaros
que bajo el puente copulan sin pudor y vuelan luego
- sombras furtivas de espuma y verde musgo-
hasta alcanzar las breñas.
Evoco aquí del sonido del agua la nostalgia,
albercones, estanques, someras fuentes concebidas
para alumbrar naranjos, rosas multicolores
y arrayanes moriscos que perfuman el aire.
¡Aire mestizo de esta ejemplar comunidad mestiza!
Es Córdoba la madre (o a mí me lo parece)
del sonido del agua,
cuando sobre la judería llora el cielo
arrullando su historia.
Y evoco la sonrisa del agua
en los patios cerrados
que celosos ocultan la vida de sus gentes
mientras muestran altivos su belleza.
Patios de Córdoba, poemas prisioneros
del erotismo de un susurro.
Allí puedes robar al sol
un instante de sombra
caminando despacio por las calles angostas
de la ciudad judía, trazado inverosímil,
como lo son los pensamientos de un alma atormentada.
Casas blancas, jambas amarillas
que tratan de ocultar los recuerdos más íntimos.
Exprime el aire su tristeza
y queda, así, liberado de sombras.
Luz de Córdoba.
He grabado
- en el cordobán de mi memoria-
palabras susurradas de Averroes,
del rey Alfonso y también de Maimónides
que reclamaban para la concordia
la condición de Ciencia.
Sí, quizás también aquí
-aunque lo hayamos olvidado-
se hizo la concordia virtud y ciencia.
CERTEZAS Y SOMBRAS
Se abre paso la luz y milimetra el tiempo.
Socava el espacio de la sombra,
lo toma,
lo posee,
con ambición y sin piedad lo coloniza.
Mas no muere la sombra, tan solo se retira
y tras el cenit señala otros espacios
que ha de ocupar más tarde.
Conviven luz y sombra en armonía,
así es el día.
Y así es también la vida de los hombres.
La luz que en ocasiones te arrebata
ocupa parte de tu mente… mas no toda.
Tampoco la meditación más exigente
logrará que tus sombras se disipen.
La certeza y su brillo
convivirán de modo necesario
con tus dudas.
LOS DESEOS INEXPLICADOS
Hay un olivo viejo
en esa esquina oculta del pequeño jardín
de hierba rala rizada por la brisa del Norte.
Buscando la luz se retorció
como el ser solitario se deforma
indagando la explicación de los deseos.
La luz de Poniente matiza el color de su angustia
y el conjunto se torna contraluz inquietante.
VENCIDO
A lomos de un caballo blanco que se aleja
-cabizbajo-
un soldado arrastra sobre la tierra una bandera
-vencido-.
Abre un surco y separa tulipanes que, esbeltos,
muestran el triunfo de su belleza efímera.
Triunfo y derrota pronto estarán en tu memoria
articulando el discurso de tu vida
como proverbios escritos
en el libro de los placeres grises.
ESTE ÁLAMO ABATIDO
Este álamo abatido sobre el río ha muerto acariciado por el agua.
El río,
de caudal inconstante y pulso intermitente,
besa las hojas, cada día más lívidas, en señal de tierna despedida.
Entablan, tras su tronco vencido,
relaciones de amor los patos más ardientes
alumbrando la vida bajo esas sombras creadas por la muerte.
Marchan después en busca de las zonas de luz
que el sol ha convertido en esmeraldas líquidas.
Dejan su estela al alejarse altivos sin volver la cabeza.
Dice también adiós a la ciudad el álamo abatido
quebrando su reflejo con dulzura en el agua.
Se despiden con él presagios y promesas de eternidad azul
que nunca fueron sino engaños de falsa fortaleza
y que la mansa corriente de los tiempos
mantuvo firmes contra toda evidencia.
COSAS SENCILLAS
Sentir
el aliento del agua en las manos cansadas cuando el día declina.
La esquiva fragancia del cantueso,
el color del espliego que se une a la huida de todo lo que escapa
en este continente de larga historia de abandonos
y entrañas rojas e infecundas.
Contemplar
como, de hojas muertas y sangre detenida, languidecen los álamos.
Son cosas del otoño, recuerdo que decías cuando todavía tu presencia
dilataba los días.
Acariciar
la sombra de los hijos que huyeron de este silencio crespo
atravesando raudos la puerta que dejamos abierta por descuido.
Soñar
con un paseo saciado del color de esa silente Alcarria entre los mimbres.
Hierática tierra que mira sin entender este vacío,
yermo campo de horizonte infinito, viejo y cansado de tanta lucha estéril.
Recordar
aquella ternura derrochada como si de un bien interminable se tratara
y vivir en esta soledad el íntimo deseo de administrar sus posos
-si es que resta residuo aprovechable-.
Y leer
nuevamente un poema de amor, un poema de tierra,
unos versos de paz que conjuren el miedo,
que permitan mecer- aunque remota se adivine- la esperanza.
Puro tacto, sensaciones sencillas.