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Ethos
Capítulo 1: ETHOS (En torno a la Ética)



EL DOLOR DEL FRACASO

Ya había perdido el rumbo de su vida cuando lo conocí.
El dolor, que presenta mil facetas distintas,
frustró el itinerario de sus sueños
disfrazado de ausencias, de opacidad, de olvidos,
de silencios de barro, de fracasos.

Recuerdo que me dijo:
“Pensé que mis errores, si los llegaba a cometer, tendrían consecuencias controlables con tino y voluntad. Al fin, esto sucede a una gran mayoría de los hombres.
Pero yo causé el mal cambiando la categoría del fracaso y aprendí que se viste el engaño de eficaces disfraces y nunca termina su capacidad de sorprenderte.
Confieso que yo no estaba preparado para aceptar que el límite de la resistencia llega sin esperar a ser llamado y rompe la imagen que cada uno tiene de sí mismo.
Desconozco si ocurre siempre y en qué medida otros conviven con su caricatura en armonía”.
Me conmovió su sonrisa de hielo, su dolor, el rictus que define a un hombre derrotado.
Y sentí mi impotencia para brindarle ayuda.
Solo gestos de compasión que la empatía procura acerté a trasladarle.
Aún hoy me pregunto qué causas le llevaron a la postración sin encontrar respuestas.

¿Fue la incapacidad de conocerse?
¿No lo educaron para enfrentarse al mal?
¿Olvidó que la patria del hombre es su conciencia?
¿No hizo del amor su fuerza, su energía?

No supe nada de él tras despedirnos
y lo recuerdo siempre cuando, mirando al Sur,
hogar en el que yo imagino reside la utopía,
pienso si finalmente habrá encontrado su camino.




DE LA DIGNIDAD DE UNA MUJER

Mi memoria te relaciona con la incruenta batalla que libraron
mis nuevas convicciones y las viejas costumbres heredadas
de un tiempo de mujeres en penumbra,
sometidas.

En el recuerdo de mi fantasía
mis manos se presentan
como las de un arquitecto dibujante de sombras
en el intento fracasado de modelar tu vida.
Tu obstinación por estar viva,
tu deseo de ser envejecida por un tiempo
del que solo tu voluntad fuese cadencia,
el hilo , en fin, de dignidad reivindicada,
fueron medida de tu fuerza,
la clave poderosa de tu honra,
y se han convertido finalmente
en la razón de mi armonía y mi respeto.




EGOISMO

Si ese sentimiento al que llamas amor no te hace libre,
busca para él un nombre nuevo, veraz, alternativo.
Pero debes pensar que nadie podrá socorrerte en ese empeño,
pues llena está la Historia de quienes pretendieron lo contrario
tratando de encontrar los argumentos
para llamar amor al egoísmo que los hacía esclavos.



MUERTE DE UN CABALLITO DE MAR

Murió el hipocampo que aspiraba a convertirse en una estrella.
Siempre fue frágil, sensible y huidizo.
Pasaba en mi pecera los días eclipsado
y solo de noche adivinaba yo su sombra entre las algas.
El brillo de sus ojos mirando el firmamento
trenzaba el hilo de la fascinación que los vivientes llegamos a sentir
por todo aquello que se presenta como inalcanzable.
Y así, transido, quedaba suspendido (y yo con él)
sin que el paso del tiempo alterara el hechizo.
¡Cruel la noche que te engaña en el camino a la utopía!
Un pez proteico, de nombre luchador de Siam,
lo convenció de la inutilidad de su propósito. Y dejó de mirar.
Y el brillo se apagó de sus ojos ausentes.
El óbito ocurrió el día en el que, a manos de Aries, muere Piscis
y el equinoccio anuncia ya la luz de primavera.
Lo enterré en el jardín,
muy cerca de la tumba en la que halló reposo la tortuga de Ignacio,
como ya relaté en otro libro antiguo.
No cabe preguntarse en qué momento el pez sintió,
si es que lo hizo, el peso de la culpa.
Extraños son los juegos de la desmemoria
y sus efectos sobre la conciencia.




BARCOS

En el silente pantalán que cierra el puerto,
duermen cansadas naves en desuso su retiro.
A veces, el hedor de la podredumbre se enmascara
con rastros de olores delicados, nacidos
del viejo buque que antes fletaba especias.
Yo lo veía partir imaginando heroicas travesías
a tierras en las que el exotismo se hacía aroma.
¡Felices y engañosas leyendas de mi infancia!
Del puerto hoy zarpan nuevos buques
con singladuras misteriosas y estibas diferentes,
algunas aromáticas, hediondas otras,
con teselas de vidas
que cosidas con agua de mar a las amuras
componen un mapa de la supervivencia
para aquellos que ahora los tripulan:
avezados marinos, versados maquinistas,
tripulantes a los que la esperanza abandonó en el puerto
y hombres de mirada perdida a los que, de grumetes,
robaron la inocencia.




GRANADA

I
Lejos la guerra,
engañosa la Alhambra se ofreció a los sultanes.
Fluye el tiempo quieto en la belleza.
Perfumada,
la brisa evoca la dulce música del agua,
la pureza de una canción de cuna.

II
La historia de nuestros sentimientos
no la hemos transmitido a nuestros hijos.
Hicimos mal,
pues es la esencia de la que nacen los derechos
de los que hoy adornamos la condición humana,
firmes soportes de la fraternidad.

III
Todavía hoy
lloran amargas lágrimas
estos hermosos palacios nazaríes.
Todavía hoy
se escuchan amargos reproches en sus fuentes.




EL COMPROMISO DE SER UN HOMBRE BUENO

Presenta el mediodía
una tardía vocación de agosto.
¡Cuánto engaño!
pues ya es otoño
y llueve
y el viento que inclinaba los ababoles hacia el Sur
-ese viento brillante y transparente-
es hoy tan solo una brisa translúcida, apacible.
Gotas de sangre seca puntean el diario en que has escrito los fracasos
que marcan
la Historia en la que tu pobre historia se recoge.
También tus abandonos.
¡Cuánta huida!
y sin embargo, has deseado de la vida una nueva ocasión.
Sí, con esperanza has soñado
que la brisa translúcida de otoño
devolvía a tu corazón el celo que perdiste
cuando al compromiso de ser un hombre bueno
antepusiste otras quimeras.